Carlos Herzberg, por Julio Sánchez |
Prólogo Todo en su obra parece estar atravesado por esa verticalidad. Ante todo, el material primario de su hacer, el vidrio, cargado de sedimentos alquímicos, de tránsitos: de líquido a sólido, de caliente a frío. El modo en que Herzberg usa el vidrio no es menos “vertical”. Con precisión de cirujano logra un cuerpo de vidrio “informalista”, sin la oscuridad de los expresionistas abstractos, pues la luz es coagulación esencial de sus trabajos. Algunos informalistas (Pierre Soulange, Georges Mathieu, Franz Kline) fueron atraídos por la caligrafía oriental y de hecho el mismo Herzberg ha experimentado el gesto caligráfico con pinceles, tinta y papel. Con la técnica del sumi-e los calígrafos buscaban convertirse en un conducto de la benevolencia infinita del Tao, no era el ego del artista quien dibujaba, sino un Todo superior que se manifestaba. Esta noción de conductor de otra fuerza está presente en la mayor parte de estas obras. En algunas, el vidrio se asocia a la madera, material provisto por el árbol, un símbolo de unión entre la tierra y el cielo, un axis mundi –eje del mundo-, un intermediario entre dos dimensiones. Un grupo de obras remiten a la forma de una barca, tradicional símbolo del tránsito de una vida a otra. Herzberg creó un gran portal de vidrio y madera, elemento clave para definir el límite entre dos territorios, el sagrado y el profano, el celeste y el terrestre. Nuestro artista es más que diestro en la técnica del sagging (colgado), que no deja de evocar el concepto tibetano de vida como estado de “suspensión” entre la muerte y el renacimiento. Imagenes de la Muestra realizada en Galería Arroyo - 2006
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